Home Las Pseudociencias General ¿Quien debe luchar contra la pseudociencia?
¿Quien debe luchar contra la pseudociencia? |
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Escrito por Pablo J. Mira
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24.04.2005 |
Los científicos y la divulgación
Muchas veces se ha
intentado descifrar la razón por la cual la gente sabe tanto de pseudo
y tan poco de ciencia. Los científicos suelen ser el blanco principal.
Se los ha criticado por no dedicarle suficiente tiempo a la refutación
y privilegiar su trabajo académico, sin observar las consecuencias de
largo plazo de la multitud de engaños a que se somete a la población.
Si los costos sociales de la proliferación de la pseudociencia son más
altos que los beneficios a largo plazo de los nuevos descubrimientos e
inventos, socialmente los científicos deberían destinar más tiempo a la
refutación que a su carrera personal.
Mi punto de vista, como
economista, es que no podemos culpar exclusivamente a los científicos.
Tienen algo de responsabilidad si ejercen tareas docentes. Quizás se
debería enseñar más a los alumnos los métodos de “detección de
fraudes”, el uso aplicado de la lógica, y desarrollar en ellos una
visión escéptica respecto de las ideas que desafían las ya
establecidas, hasta que sean adecuadamente comprobadas.
Debemos
tener en cuenta sin embargo que los científicos, al igual que el resto
de los mortales, calculan consciente o inconscientemente el costo de
oportunidad de lo que hacen. El costo de oportunidad de divulgar es el
tiempo perdido que no pudieron dedicar a la obtención de nuevos
hallazgos o la realización de más experimentos. Y también representa
tiempo perdido en sus carreras académicas.
Las ventajas para la
sociedad de la investigación científica no deben surgir de la “bondad”
de los expertos, sino más bien indirectamente, a partir del incentivo
particular que cada científico tiene, que incluye tanto el
reconocimiento de su labor como el dinero ganado. No podemos obligar a
los científicos a resignar sus beneficios personales, así como no
obligamos al panadero a que nos haga una rebaja si nos quedamos sin
trabajo o que done su pan a los pobres.
La financiación de la investigación básica
¿Quién, entonces,
financiaría la divulgación? Comencemos por hablar de la investigación
básica, insumo fundamental de la divulgación. La experiencia indica que
las empresas privadas son reacias a financiar la investigación básica.
Los economistas tenemos algunas explicaciones para eso:
incertidumbre.
El rendimiento efectivo de la investigación básica es muy incierto. Las
probabilidades de éxito son difíciles de calcular, y esto ahuyenta al
sector privado. Sólo las firmas más grandes tienen suficiente
financiamiento como para compensar el riesgo.
Largo plazo.
Relacionado con lo anterior, los beneficios de la investigación básica
aparecen solamente en el muy largo plazo, pues sólo así las
probabilidades de éxito aumentan.
Free riding. Los nuevos
descubrimientos no son difíciles de copiar por aquellos que no
invirtieron en ellos. Este fenómeno, conocido como free riding,
desestimula la inversión en investigación básica, pues sus resultados
no son apropiables por una sola compañía. Las patentes (es decir, el
establecimiento de claros derechos de propiedad) podrían reducir este
problema, pero generan una pérdida a la sociedad, porque a los
consumidores les conviene que estos descubrimientos se dispersen lo más
rápido posible para que actúe la competencia.
Resulta evidente que
la mejor solución es que el Estado (esto es, la sociedad en su
conjunto) financie la investigación básica, en pos del bienestar
general. Esto es lo que la mayoría de los países desarrollados hace,
pero la responsabilidad del Estado no debería terminar allí.
La intervención pública para la divulgación
La
divulgación científica es una actividad que posee características
similares a la investigación básica, en el sentido de que su provisión
debería realizarse fundamentalmente a través del sector público. Veamos
tres razones:
Beneficios a muy largo plazo. La divulgación
científica nos hará más inteligentes, más cautos, mejor informados. Las
firmas no observan en forma clara y contable estos beneficios y no se
pueden apropiar de ellos.Información asimétrica. Muchas firmas lucran
ocultando información. Cuando el consumidor no conoce adecuadamente el
producto que está comprando, no puede saber si el precio que paga es el
correcto. El consumidor de medicamentos no puede elegir entre distintas
marcas porque no sabe si el remedio es o no idéntico al recetado por su
médico. En el caso de la divulgación científica, ésta permite a los
consumidores tener una visión crítica de lo que están comprando, y así
exigir información que respalde las supuestas ventajas del producto.
Muchas “herboristerías” que venden placebos dejarían de existir y se
ahorrarían recursos.
Externalidades positivas. Una externalidad
positiva es un efecto indirecto beneficioso que la producción de una
actividad produce sobre otra. Reduciendo la cantidad de curanderos y
otros pseudomédicos la salud de la población mejorará. Los beneficios
de la divulgación generan tantas externalidades no “cobrables” que, una
vez más, a los privados no les conviene invertir en ella.
¿Por qué prolifera la pseudociencia?
Desde
el punto de vista económico, resulta fácil ver por qué las recetas
esotéricas dominan la creencia de la gente y son mayoría en los medios.
Las soluciones pseudocientíficas parecen más veloces, más baratas, y
menos complejas. Por otro lado, cuando la ciencia no logra develar
misterios, no cuesta nada asirse a una explicación fuera de los cánones
de la ciencia ortodoxa. Además, siempre es más fácil unirse a las
creencias populares pseudocientíficas que desafiarlas, sobre todo con
argumentos poco comprensibles o demasiado teóricos que requieren mucho
esfuerzo intelectual. A su vez, los que engañan logran cuantiosas
ganancias con poco esfuerzo.
Por estas razones, no es de
extrañar que la pseudo se extienda mucho más rápidamente que la
ciencia, y es debido a esta “falla” que la intervención del Estado
resulta fundamental. Las políticas que estimulen el pensamiento
racional y escéptico redundarán en extraordinarios beneficios de largo
plazo para la sociedad. Pensemos simplemente cuánto se ahorraría una
sociedad razonable en controles, investigaciones, juicios, prisiones, y
cuanto ganaría en salud, educación y bienestar.
Pablo Mira |
Última modificación ( 24.04.2005 )
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