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Algunas reflexiones personales sobre el psicoanálisis PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fernando Blanco   
18.07.2005
por Fernando Blanco
publicado en Psicoteca , 2003

La teoría del psicoanálisis de Sigmund Freud ha calado en la sociedad de tal manera que aparenta ser el modelo predominante. Tanto el artículo presente como el que le seguirá pretenden enumerar las razones que según mi criterio personal han llevado a esta hegemonía popular, así como criticar el mismo estatus científico de la teoría freudiana.

Según reconocen numerosos intelectuales, la historia de este sigo XX que ha terminado no hubiera sido la misma sin la aportación de aquel hombrecillo de canosa barba y aspecto severo. La novedosa concepción del psiquismo elaborada por Sigmund Freud (1856-1939) acabó por revolucionar el ambiente científico y cultural de la Europa que conocemos. E incluso después de su muerte, las numerosas escuelas en las que quedó escindido el cuerpo teórico original (teóricos de la psicología del Yo, seguidores de Lacan, del psicoanálisis cultural, etc.) han logrado mantener con vida el legado del psicoanálisis, que todavía hoy comparte el escenario con aproximaciones psicológicas posteriores como el conductismo en sus diversas formas o el imparable movimiento cognitivo. En estas líneas quisiera dedicarme a expresar, como dice el título, una serie de reflexiones y puntos de vista personales acerca de esta influyente teoría que es el psicoanálisis de Sigmund Freud. Empecemos, pues.


Si algo hay que reconocerle al psicoanálisis y a sus hábiles publicistas es, precisamente, la extraordinaria difusión mundial que ha conseguido, convirtiéndose en una ideología casi omnipresente, al menos entre el público general (no tanto en el ámbito académico). Basta con elegir cualquier revista práctica de las que abundan hoy en los quioscos para descubrir, entre la sección de horóscopos y la de recetas de cocina, unas páginas bajo el título "Psicología". Por supuesto, el contenido de dichas páginas poco o nada tendrá que ver con la auténtica psicología científica, seria y rigurosa, y se reducirá a las sorprendentes consultas de unos lectores atribulados que son respondidas con una también pasmosa ligereza por parte de unos "profesionales" que, entre otras cosas, no ocultan su marcada tendencia psicoanalítica. Así, un lector acomplejado por sus problemas podrá comprender que su insólita aversión a las patatas fritas, por ejemplo, tiene origen en una desafortunada fantasía sexual infantil, o algo parecido. Dejando de lado la más que dudosa efectividad de estos diagnósticos a distancia, vamos a centrarnos en el elemento psicoanalítico que con tantísima frecuencia impregna los contenidos de las revistas, las conversaciones de las cafeterías y, en definitiva, las creencias populares.

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La verdad es que, para muchos autores, todo lo que hay de ciencia en el psicoanálisis no pasa de ser pura apariencia.

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Como se ha reconocido más arriba, el psicoanálisis ha logrado introducirse hasta la médula en el ideario popular. Los contenidos típicos de la escuela psicoanalítica están presentes en las mentes de buena parte de la población, aun muy malinterpretados o entendidos de una manera superficial y tosca (no en vano tengo a Freud por uno de los intelectuales peor comprendidos de todos los tiempos, junto al neoconductista Skinner), y han llegado a oscurecer todo enfoque alternativo del estudio de la mente. Así es. Para una persona normal, de la calle, de nivel cultural medio o incluso alto, toda la psicología se reduce a lo (poco) que sabe de psicoanálisis: algo del "subconsciente", nosequé del "superyo", el significado de los sueños, la represión de los deseos, un complejo infantil que tiene que ver con el sexo, y siempre con un profundo sesgo clínico... Más aún: con frecuencia, el de Sigmund Freud es el único nombre propio que la gente es capaz de nombrar en relación con esta maltratada ciencia, la psicología, y casi siempre se considera que su aportación fue revolucionaria y efusivamente aceptada por toda la comunidad de expertos, suponiendo además que aún nadie ha osado proponer un modelo alternativo: una idea que, por supuesto, carece de fundamento, pero aún así goza de gran popularidad, incluso entre personas cultas y con estudios superiores.

Pero, ¿por qué tiene la perspectiva psicoanálitica tanto éxito entre la gente de a pie? Imagino que hay algo en cierto modo seductor en el psicoanálisis, o en la antropología que subyace en él. De alguna manera combina la pátina científica externa, que hace popularmente creíble una teoría (siempre, claro, que uno no sea muy exigente ni riguroso), con ese puntito de irracionalidad que va directa a las emociones del receptor, olvidando cualquier crítica empírica y racional, y presentándose como una idea sugerente, atractiva e irresistible. En las siguientes líneas nos detendremos a analizar estos elementos.

En primer lugar, hemos mencionado esa apariencia externa de ciencia, de rigurosidad académica. La verdad es que, para muchos autores, todo lo que hay de ciencia en el psicoanálisis no pasa de ser pura apariencia. ¿Y cómo definimos, se preguntarán algunos, qué es científico y qué no? Pues bueno, una aproximación bastante aceptada la proporcionó el austriaco Karl Popper, un teórico de la ciencia que la identificó con el terreno de lo "falsable". Cuando un científico propone una hipótesis, como por ejemplo la de que el agua se congela a -5º centígrados, podría buscar casos reales que confirmaran sus predicciones. Es decir, según nuestro ejemplo, podría ponerse literalmente a enfriar cazos de agua, comprobando cómo en efecto el agua se vuelve sólida cuando desciende su temperatura hasta -5º C. Sin embargo, a pesar de la intuición popular, todos esos esfuerzos serían inútiles, según la perspectiva de Popper. Nuestro científico imaginario podría congelar cien, quizá mil recipientes llenos de agua, y seguiría sin haber demostrado su hipótesis. Otro científico podría elegir otra predicción cualquiera que encontara similar evidencia (por ejemplo, si alguien propone que el punto de congelación del agua está en -15º C, también lo confiramaría en todos los casos en los que se enfríe un recipiente de agua hasta esa temperatura). La mayoría de las veces existen casi infinitas afirmaciones hipotéticas que concuerden con un caso determinado, tengan éstas fundamento o sean una mamarrachada. Lo que de verdad nos interesa desde el punto de vista del científico es el experimento crucial, el caso crítico que pueda no cumplir la predicción hecha por la hipótesis, o sea, el que sea capaz de "falsarla" (demostrar que es falsa), siguiendo el lenguaje de Popper. No es posible, pues, confirmar una teoría, solo demostrar su falsedad. Una vez encontrado ese caso concreto que falsa una hipótesis, llega el momento de desecharla o reformularla. De este modo, la ciencia no consiste en buscar datos para apoyar una determinada teoría, como a menudo cree la gente, sino en intentar falsarla, buscar datos que la contradigan para avanzar en nuestro conocimiento. Mientras esos datos no aparezcan o sean discutibles, la hipótesis podrá seguir defendiéndose. Todo aquel conocimiento que no sea "falsable", es decir, que no permita detectar casos que contradigan una determinada afirmación predictiva, sencillamente queda fuera del estudio científico, y corresponde a la filosofía, la religión u otras disciplinas abordarlo desde su propio punto de vista.

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El psicoanálisis no es un modelo falsable: cualquier acontecimiento, sea cual sea, puede ser interpretado como una confirmación de la hipótesis, merced a la ambigüedad de la teoría.

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Una vez aclarado en qué consiste la ciencia, consecuentemente nos preguntamos ¿es el psicoanálisis una ciencia? Y pese a quien pese tenemos que responder negativamente, al menos desde la perspectiva de Popper. El psicoanálisis no es un modelo falsable: cualquier acontecimiento, sea cual sea, puede ser interpretado como una confirmación de la hipótesis, merced a la ambigüedad de la teoría. Cuando un paciente niega la interpretación que hace el psicoanalista acerca de un sueño o una conducta determinados, siempre se podrá aducir que dicha interpretación del terapeuta es real pero ha sido reprimida, o bien achacarlo a ese misterioso (pero útil para la conservación de estas prácticas terapéuticas) fenómeno de la resistencia.

Además, surge la sospecha al pensar que, si el padre del psicoanálisis nunca hubiera existido o se hubiera dedicado a otros menesteres en vez de a la psicoterapia, es ciertamente improbable que una persona distinta, en otro lugar o en otra época, hubiera acabado elaborando una explicación semejante para el funcionamiento de la psique. Si exceptuamos los primeros momentos de la creación de la teoría, donde sí son reconocibles los elementos neurológicos y las explicaciones resultan menos espectaculares, todo lo demás es una obra personalísima únicamente de su inventor, cuesta imaginar que nadie hubiese llegado a conclusiones similares trabajando independientemente. ¿Y cómo habría de hacerlo, si la filosofía de trabajo que guiaba al célebre terapeuta no incluía la recopilación de datos objetivos, ni la experimentación empírica (a la que se oponía expresamente)? La objetividad, en la elaboración misma del modelo, queda pues en entredicho. Incluso en el ulterior desarrollo y ramificación de la teoría en distintas corrientes encontramos más de secta religiosa que de genuina ciencia: algunas variantes, como los lacanianos, reniegan de toda técnica de contrastación e investigación, por lo que sus adeptos semejan más acólitos religiosos y crédulos que científicos racionales.

Por lo tanto, de ciencia, lo que hay es más bien poco. Aunque de todas maneras, si tenemos en cuenta el analfabetismo científico de buena parte de la población y la escasa atención que en las escuelas e institutos se dedica a forjar el sentido crítico y racional de los jóvenes (esto hay que reconocerlo, por regla general somos bastante cazurros en estos menesteres, aunque todo tiene arreglo), no es extraño que, cuando cualquiera nos ofrezca un discurso que se corresponda con nuestro estereotipado concepto de "ciencia", lo aceptemos acríticamente sin considerar racionalmente sus contenidos. Es la ciencia, para muchos de nuestros convecinos, una disciplina extraña, ajena, imposible de entender salvo para unos pocos tipos de bata blanca cuyo máximo interés parece ser el de mantener sus conocimientos lejos de la comprensión del pueblo, para conservar un presunto lugar de privilegio. El científico es visto como una especie de mago capaz de trabajar con fuerzas misteriosas que nadie comprende, y sólo cuando la aplicación práctica de sus descubrimientos para la vida cotidiana es clara y directa parecen merecer algo de atención (en este caso, la salud mental de las personas es un tema de gran interés para todos). Y casi siempre, como digo, la única relación popular con la ciencia es a través de una aceptación dogmática, sin discusión: "si lo dice un experto, yo me fío...". El problema viene cuando entre los expertos existe más de una opinión, aunque muchos no se lo planteen, claro.



Información adicional

Freud, S. (1976). Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu.

Tortosa Gil, F. (1998). Una historia de la psicología moderna. Madrid: Mc Graw Hill.

Popper, K. (1965). La ciencia: conjeturas y refutaciones. Buenos Aires: Paidós.

En la siguiente dirección se puede leer un resumen de las ideas de Popper http://www.udec.cl/~josqueza/filosofia/Popper.html
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